La Soledad como Patología y la Solución
La falta de contacto con otras personas, lo que conocemos
como la soledad, es una enfermedad que está cada vez emergiendo en mayor grado.
La soledad ha dejado de ser un problema social para convertirse también en un
problema de salud. Hoy no cabe duda que las personas que se sienten solas viven
menos que las que están acompañadas. Ya decía Gustavo Adolfo Bécquer: “La
soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo”.
Desde el punto de vista de la fisiología de nuestro
organismo, la soledad induce una serie de cambios y modificaciones que van a
predisponerle a la enfermedad. Ya se conocen algunos de esos cambios
fisiológicos producidos por la soledad. Entre ellos, se ha observado que la
soledad favorece el aumento de la presión arterial ya que el sujeto que se
siente solo, su organismo genera cantidades mayores de una hormona llamada
epinefrina. La epinefrina es un vasoconstrictor, es decir contrae nuestras
arterias dificultando el paso de la sangre por ellas.
Pero este no es el único efecto que ejerce la soledad sobre
nuestro organismo. Las personas que están solas, se ha demostrado que tienen
deprimido el sistema inmunitario que nos defiende de virus y bacterias que
intentan invadir nuestros órganos. Esta deficiencia en el sistema inmunitario
algunos investigadores le han atribuido la consecuencia de un mayor riesgo de
sufrir enfermedades oncológicas (enfermedades relacionadas con el cáncer).
Además, las personas que se sienten solas adquieren malos hábitos alimenticios
y también aumenta su nivel de estrés. Hoy se empieza a considerar que, desde el
punto de vista de la salud, el sentirse solo es un factor de riesgo muy
parecido al que ocurre al consumir alcohol o fumarse 15 cigarrillos al día.
El daño que induce sobre la salud el sentirse solo es
pequeño en edades juveniles pero este se incrementa notablemente en relación
con el aumento de edad. En nuestra sociedad está además ocurriendo un fenómeno
que debemos reconocer. Cada vez hay más gente que se siente sola a edades más
tempranas. En este sentido, se ha identificado un aumento progresivo de
personas que se sienten solas entre los 45 y 65 años de edad.
Solución: adopta un perro…No es chiste. Un perro puede
ayudar en casos de depresión, miedos, tristeza u alcoholismo. Al tener que
ocuparse de él olvidará sus problemas y estará más ágil mentalmente, previene
la demencia senil. Jugar con él alivia tensiones y estrés y se está más
relajado, por lo que la compañía de un perro viene muy bien a las personas
nerviosas. También promueve la socialización dejando a un lado la timidez, provocan
la interacción con otras personas, el diálogo. Llenan de vida la casa y con
ello se recupera la vitalidad, las ganas de vivir y de hacer cosas saliendo de
la apatía.
Pero no olvide que un perro es un ser vivo, exige una
atención adecuada y es una gran responsabilidad. Un perro necesita salir a la
calle, al menos, tres veces al día para hacer sus necesidades y correr.
Al forzarle a sacarle de paseo usted también hace ejercicio
diario, caminará y charlará con otros dueños de perros. Cepillarles y bañarles
también le obligará a realizar ejercicio físico.
Ayuda a las personas que tienen problemas de corazón
normalizando la presión sanguínea y mejorando su calidad de vida. Mejora las
articulaciones y se desarrolla la musculatura adquiriendo mayor movilidad.
Cambiará a la vez la vida del perro. “Quien salva una vida,
salva al mundo”.
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